Nos guste o no, la realidad de las cosas acaba siendo tozuda y a los hechos me remito. En el caso de la energía la realidad choca frontalmente con la posición mostrada por las compañías petroleras y gasistas que no sólo no asumen la parte de externalidades que genera su actividad sino que además descalifican el proceso de desarrollo de las renovables como respuesta a la iniciativa de la Fundación Renovables de establecer un sistema de “corresponsabilidad de todo el sector energético en los incentivos a las energías limpias y autóctonas”. Esta postura no responde a una lectura correcta de la situación actual en el ámbito energético y no se corresponde con el análisis de los hechos que resumo en continuación y que conforman, guste o no guste, la tozuda realidad.
-La utilización de los recursos energéticos fósiles es una de las causas principales del calentamiento global.
-Su extracción y transporte conlleva efectos catastróficos que se vienen produciendo no como hechos puntuales, sino desgraciadamente, cada vez más frecuentemente.
-La dependencia energética del exterior, cuestión muy delicada desde el punto de vista estratégico, llega en el caso de España al 82%, una tasa casi suicida. Para agravar este panorama, esas energías no renovables proceden -en la mayor parte de los casos- de países estratégicamente no estables.
-La Unión Europea ha fijado como compromiso vinculante y obligatorio que para 2020 al menos el 20% de la demanda final sea cubierta por fuentes de energía renovable.
-El esfuerzo de alcanzar costes de generación aceptables con criterios empresariales viene definido por la curva de aprendizaje que cualquier tecnología nueva conlleva hasta alcanzar su desarrollo comercial competitivo. Ese esfuerzo hasta ahora ha sido soportado por los consumidores de electricidad mientras que el sector del petróleo miraba, sí -insistimos- mira todavía hoy, para otro lado, cuando no en dirección contraria.
-Hay que destacar además los esfuerzos realizados tanto por el sector como por el operador del sistema, en la utilización de estas fuentes de futuro para superar, por ejemplo, los problemas de gestionabilidad presentes.
-Por contra, podemos constatar el posicionamiento de sectores energéticos no renovables anclados en la negación más absoluta ante la posibilidad de utilización de esas fuentes.
-España tiene un nivel impositivo sobre gasóleo inferior en más de un 12% que la media de los países europeos y del 19% inferior en las gasolinas, situación que no se produce en la electricidad.
-El hecho de que los incentivos a las renovables los soporten los consumidores eléctricos desvía el consumo desde un sistema más sostenible medioambientalmente, como es la electricidad, hacia otro más contaminante como son los combustibles fósiles.
Pues bien, éstos son los hechos, la tozuda realidad, y por ello desde la Fundación Renovables venimos pidiendo que hay que ser corresponsables con los compromisos adquiridos en la reducción de emisiones del ámbito energético a nivel nacional. Si el sector de hidrocarburos no cumple de forma voluntaria con la parte alícuota del esfuerzo que le toca lo tendrá que hacer como obligación, no sólo por lo insolidario de su comportamiento, sino también porque sí hay un paradigma de actuación generalmente aceptado pero no siempre empleado de que “quien contamina paga”.
En distintos medios de comunicación se ha pretendido aproximar esta propuesta de corresponsabilidad al llamado céntimo verde en un claro intento de incorporar criterios de no idoneidad y de arbitrariedad. Nada más lejos de la realidad, nuestra propuesta está basada en el requisito principal que la Ley de Hidrocarburos abre y que no es otro que la afección a un fin específico, que en este caso es homogéneo y consustancial a la práctica que regula el impuesto en el caso del petróleo, como lo sería en el caso del gas la aplicación de este esfuerzo justo como un coste de diversificación y suministro, como el que hoy día se repercute desde la Comisión Nacional de Energía a las actividades reguladas.
La situación actual tiene solución y está basada, como así lo ha recogido la subcomisión del Congreso, en criterios que no sólo hagan que la introducción de las renovables sea una realidad sino que además se logre con criterios de equidad para que los que tienen que pagar por contaminar también lo hagan por corresponsabilidad con el cumplimiento de los objetivos comprometidos. Sería una triste realidad que después de todo lo andado nos volviéramos a despertar tarde del sueño que los que formamos la Fundación Renovables tenemos y por el que estamos trabajando, y que lo real fuera la pesadilla del panorama energético actual.
Fernando Ferrando. Vicepresidente de la Fundación Renovables
Fuente: Cinco Días
COMENTARIOS AL ARTÍCULO
La inclusión de las externalidades en el coste de los productos fabricados mediante energías fósiles, o el coste del mismo combustible, es una de las medidas más efectivas para concienciar a la ciudadanía y a las empresas sobre el coste real de las cosas.
Las externalidades, como seguro sabréis, son el costo real no incluido en el precio de mercado. En el caso de los combustibles, tu compras un litro de gasolina o gasoil, y pagas lo que al productor le ha costado extraerlo, transformarlo, refinarlo, transportarlo y servírtelo, además de impuestos. Pero en ese precio que pagamos cada vez que llenamos el depósito no va incluido el coste de lo que contamina todo el proceso. Y no se trata de que lo paguemos los usuarios finales, pagando un combustible mas caro para que enriquezcan mas los productores, sino de que lo paguen las compañías petrolíferas, cosa que evidentemente iba a verse reflejado en el precio de venta final, que por otro lado tiene un efecto disuasorio y sensibillizador, que es lo que se persigue. De esta forma se incentiva la producción y venta de productos o energías no contaminantes y sostenibles, que entonces pueden competir en igualdad de condiciones.
Por que eso es lo que ocurre actualmente, y es la razón de que las energías renovables no parezcan rentables. La razón es que no compiten en igualdad de condiciones. Compiten con una energía establecida, muy desarrollada, que juega con ventaja: mientras se agota y destruye el planeta, esos costes no se reflejan en su precio.
Disfrutamos de combustibles baratos (de los más baratos de Europa) en vehículos SUV que gastan 10 o 12 litros a los 100 km, emitiendo barbaridades de CO2, NOx, SOx e inquemados cancerígenos, y no pasa nada, nadie se rasga las vestiduras. ¿Por qué mientras creamos leyes antitabaco pensando que así respiraremos aire más limpio, tenemos que seguir respirando millones de toneladas de gases toxicos que emitimos contínuamente con nuestros vehículos?
Las energías renovables no solo generan energía sin producir emisiones, sino que al usarla, dejamos de emitir el equivalente en tecnologías fósiles. Por no hablar de la sostenibilidad. ¿Por qué en Brasil, el país más grande de latinoamérica, con más de 185 millones de habitantes, el 80% de los vehículos funcionan con bioetanol y en Europa no acaba de arrancar este sustituto sostenible de la gasolina? Hay tantas preguntas sin respuesta, tal inercia en nuestros errores, que uno sólo puede pensar que esa inercia no es tal, sino que todo está provocado. No podemos ser tan estúpidos…
Lo que más fastidia es que esta medida ya estaba incluida en el Libro Verde de la Comisión Europea, del 20 de noviembre de 1996, sobre las fuentes de energía renovables. Han pasado 14 años desde su publicación, y no hay un solo país de Europa que haya puesto en marcha una política de aplicación de externalidades al coste real de los bienes, y sin embargo si han tenido tiempo de subir el IVA en prácticamente todos los países de la Europa de los 27.
Hay que ver el poder que pueden llegar a tener los lobbies petroleros…